Desde las civilizaciones antiguas, la mujer ha estado subordinada al hombre, responsable del cuidado de la familia, como el cuidado de la casa, la comida y los niños. Prácticamente estaba obligada a casarse a una edad temprana, en muchos casos eran las familias las que elegían a sus futuros maridos. También tenía que tener muchos hijos, se consideraba una cuestión de supervivencia familiar. Un trabajo que durante muchos años fue visto como invisible, es decir, se consideraba una obligación que tenía la mujer, ya que el hombre era el que trabajaba para mantener a su familia.

En la sociedad moderna, la mujer ya no está sometida a esto. Hoy en día, la mujer ha adquirido una libertad de elección que la hace tan capaz como el hombre. La mujer moderna elige si quiere ocuparse sólo de su familia o dar prioridad a su vida profesional, o combinarlas perfectamente sin perjudicar a ninguna de las dos. Es una guerrera y sabe lo que vale en la sociedad actual.

Me gustaría señalar aquí que tan guerreras son las mujeres que eligen cuidar solas de su familia, que priorizan el cuidado de los hijos por ejemplo, como las que trabajan fuera de casa, porque cuidar y atender a toda una familia no es una tarea, es amor.  Porque antes no tenía la opción de elegir o conciliar ambas cosas, y hoy tiene esa opción y muchas, de acuerdo con sus familias, eligen cuidar de sus familias, renunciando muchas veces a estudiar y crecer profesionalmente, y son felices, sin exigencias.

Este acto de amor tiene y merece ser destacado, porque la mujer de hoy no lo ve como una obligación, si ha elegido cuidar de su familia física y emocionalmente es porque ha querido, sin obligación, es simplemente amor. En la sociedad moderna, las mujeres eligen lo que realmente las hace felices y realizadas, definen sus límites, tienen su espacio y derecho a voz, sin ser disminuidas de ninguna manera.

La figura de la mujer actual es la de la independencia.